Una norma (legalmente sancionada, jurídicamente irreprochable) está para ser cumplida. Punto. No hay mucho más que discutir. Claro está que existe la derogación de una norma por varios motivos (culturales, por volverse anacrónica, por ser contraria a los usos y costumbres, etc) pero ello ocurre en pocos casos.
Hay una norma que exige que el conductor y segundo pasajero de una moto debe llevar casco. Así está establecido. Y punto. Si no te gusta usar casco, movilizate en bicicleta o caminá, que hace bien a la salud. Y si sos guapo (o transgresor, tan de moda en estos tiempos) y andás en moto sin casco, bancate las consecuencias. Tan simple como eso.
"Acá nadie usa casco" "Son ciclomotores, los chicos jamás usan casco" "No corren a alta velocidad, casco ¿para qué?" y otras estupideces por el estilo, no eximen a las personas o a una sociedad del cumplimiento de las normas. Se (pre)supone que el legislador, al establecer una norma, ha analizado las ventajas y desventajas de la aplicación de la misma, y aun la misma se encuentra sujeta a revisión del Poder Judicial. Pero no existe la cultura "no cumplo la norma porque acá eso no se hace". Bah, no existe; en la Argentina, sí.
Imaginemos por un instante que todos hagamos lo que pensamos que es correcto o cómodo, independientemente de que haya una norma detrás que sostenga o contradiga nuestros actos. Hagamos ese ejercicio.
Ahora bien, creo que esta primera parte no da lugar a demasiada discusión, no? El otro extremo del tema (y lo separo así, en dos partes, diferenciándome de la patética cobertura de los medios - los conservadores, espantados por la reacción popular; los progres, buscando represores por doquier) es el hartazgo de la gente.
El hartazgo social se manifiesta ante la indiferencia del poder, o ante el abuso del mismo. Sin hacer tanta historia, en los últimos años la sociedad manifestó hartazgo numerosas veces: ante el autismo radical de 2001, salió a las calles con cacerolas. Los hechos de inseguridad del conurbano hizo salir a la gente a reclamar frente a las comisarías por la inacción policial.
Esas reacciones se produjeron al calor de la ausencia del Estado o de los poderes cuya función es precisamente, lo que la sociedad reclama.
Pero también existe la reacción social, frente al abuso de poder. Si lo sabrán los K, cuando la clase media en su conjunto salió a apoyar al campo, más allá del reclamo sectorial en sí, harta de los ataques, la violencia verbal y el autoritarismo del poder. En Baradero esta semana, presuntamente los inspectores de tránsito (soy del interior, y en el interior les decimos "los zorros") en nombre de la aplicación de la ley, cometían toda clase de abuso con absoluto desparpajo y prepotencia. Días antes de la pueblada en Baradero, una cámara mostraba como dos agentes de tránsito en Tucumán empujaban un auto hasta dejarlo estacionado en una zona de infracción, para así colocarle un cepo.
Hay que estar atento con estas reacciones sociales. La gente se harta cuando el Estado no está o cuando hace abuso de su autoridad, cayendo en el autoritarismo. Aun en la Argentina sigue resonando el "que se vayan todos"...
En donde se unen ambos hechos (uso del casco, prepotencia del agente del Estado) es precisamente en lo que expresé al comienzo de la nota: lo que prima SIEMPRE es la LEY, y las mismas (la ley de tránsito y el protocolo de facultades y deberes del empleado público) está para cumplirse.
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