Probablemente (y lamentablemente) mi generación (tengo 38 años) sea una de las últimas con acceso a buena educación en nuestro país.
Cursé mi primaria es una escuela estatal de una barrio de clase media en el interior. Me recibí de bachiller en ciencias comerciales en una de las consideradas mejores escuelas secundarias (y estatal), dependiente de la UNR. Y me gradué como abogado en la UBA.
Mi primaria se desarrolló, es cierto, en las oscuras épocas del mal llamado "proceso", pero la secundaria la cursé en la primavera democrática, con airecito nuevo a libertad. Sin embargo, existía en la sociedad la convicción de que la educación era primordial, el concepto de "m`hijo el doctor" tenía una base de sustentación social fuerte, y había preocupación en el gobierno y en los sectores de decisión del país por mantener la fama (bien ganada, por cierto) de ser nuestro país uno de los más alfabetizados del mundo y Buenos Aires, una de las más cultas del planeta.
Algo pasó, sin duda, y no todo es mérito de una cuestión económica.
No tengo hijos, pero veo con asombro el esfuerzo económico que mis hermanos hacen mes a mes para afrontar los gastos de la educación (privada) de sus hijos, porque la educación estatal, simplemente, ha desaparecido. Y no se trata de un lujo o de mandar a los hijos a una escuela de algún santo británico o francés, sino de al menos asegurarse cuestiones de educación, salubridad, higiene, y seguridad (sí, aunque no se crea, seguridad) de los hijos.
Lamentablemente, y duele decirlo, la escuela pública, la misma que hace 30 años concurrí, ya no existe. Ha quedado reducida a los pobres, a los que no pueden afrontar el gasto de la educación privada.
Es una verdad de perogrullo decir que gran parte de la responsabilidad recae en los sucesivos gobiernos que hemos soportado (y votado). Hoy se presenta, con más resignación que esperanza, la quinta reforma educativa en los últimos 20 años. ¿Se refiere al uso de nuevas tecnologías? ¿Esboza una política educacional aplicada a las nuevas profesiones? Nada de eso, se vuelve a poner en práctica lo anterior, desechando los cambios (pésimos) anteriores.
A los políticos nunca les interesa ni les interesará la educación, por más que hablen con voz entonada en cada discurso. Más allá del patético apotegma peronista "alpargatas sí, libros no", a nadie le interesa; simplemente porque los resultados de cualquier medida educativa se ven en el largo plazo, y ellos quieren ganar elecciones ahora. Entonces, medidas cortitas, efectivas, nada de esperar. Es triste, pero es cierto.
Los alumnos, a la deriva y sin respaldo, pero también forman parte del deterioro educativo. No son sujetos pasivos en este tema, en absoluto. ¿Quién fue el que estableció estúpidamente que una sanción disciplinaria, una amonestación, "irse a diciembre o a marzo", "una previa" es una política represiva? ¿Cuál es entonces la escala de valores aplicable para determinar quién es el estudioso y quién no? La vida los enfrentará a situaciones altamente competitivas, donde el conocimiento, la estrategia, la aplicación táctica, la interrelación social es puesta a prueba día a día. ¿Cómo se los prepara entonces para dicho desafío si los hacemos pasar por la secundaria con bajo nivel de exigencia y sin un esquema de premios y castigos? ¿Quién determinó que, más allá de la lógica participación democrática en algunos asuntos estudiantiles, un chico de 14 o 15 años puede formar parte del "gobierno escolar"?
Los maestros, otro sector altamente responsable. Más allá de sus razonables reclamos salariales (como lo tienen todos) ¿su foco sólo está puesto en ello? ¿No exigen capacitación laboral, no hacen cursos, no son evaluados, no entran por concurso? ¿Qué esperamos para considerar a la educación un servicio público (como un hospital, los militares o la policía) e impedir que hagan huelgas afectando el servcio básico de educación? Así como el salario de un policía o militar no puede ser reclamado mediante el ejercicio de una huelga (por ejemplo dejar a la sociedad sin seguridad), ¿por qué permitimos que la educación, otra necesidad básica, sea manejada al antojo de los gremios?.
Por último, aunque debiera ser en primer término, la sociedad. En algún momento se quebró la relación padres-maestros, y con ello la percepción del valor de la autoridad. En las clases altas o medio-altas, veo con espanto a madres maltratando a las maestras delante de sus hijos, dándole posiblemente más la razón a la psicóloga de la familia que a la docente. ¿Acaso esa madre o padre espera luego que su hijo acepte la educación que imparte ese docente?. En las clases pobres, si un chico de 13 o 14 años aparece en una manifestación rentada con un pañuelo tapando la cabeza y portando un palo enfrentando a la policía, ¿podemos acaso pretender que ese mismo chico respete la autoridad de su maestro? Si el chico mama violencia todo el tiempo, ¿podemos pretender que se comporte adecuadamente en su escuela?
La sociedad en general no prioriza la educación. Posiblemente el ejemplo más concreto es cuando cualquier jurisdicción intenta, a fin de recuperar los días de clases perdidos, extender el ciclo lectivo hasta fines de diciembre o recomenzarlo en la segunda quincena de febrero. "Ah, no! con las vacaciones no se metan" "Pero coincide con mis vacaciones!!" O reclama la unión de comerciantes de algún lugar de la costa hablando de cómo afecta el turismo dicha medida. ¿Y cómo afecta a la educación?
El tema es largo, pero tiene que ser tomado por todos (gobierno, oposición, padres, maestros, alumnos, sociedad) para empezar de una vez, con los sacrificios que sea necesario realizar y a la espera del largo plazo para los logros.
Mientras tanto, queridos chicos de entre 10 y 18 años, les comunico que en sus chapitas les salió "sigan participando"
Abrazos Varios
Cursé mi primaria es una escuela estatal de una barrio de clase media en el interior. Me recibí de bachiller en ciencias comerciales en una de las consideradas mejores escuelas secundarias (y estatal), dependiente de la UNR. Y me gradué como abogado en la UBA.
Mi primaria se desarrolló, es cierto, en las oscuras épocas del mal llamado "proceso", pero la secundaria la cursé en la primavera democrática, con airecito nuevo a libertad. Sin embargo, existía en la sociedad la convicción de que la educación era primordial, el concepto de "m`hijo el doctor" tenía una base de sustentación social fuerte, y había preocupación en el gobierno y en los sectores de decisión del país por mantener la fama (bien ganada, por cierto) de ser nuestro país uno de los más alfabetizados del mundo y Buenos Aires, una de las más cultas del planeta.
Algo pasó, sin duda, y no todo es mérito de una cuestión económica.
No tengo hijos, pero veo con asombro el esfuerzo económico que mis hermanos hacen mes a mes para afrontar los gastos de la educación (privada) de sus hijos, porque la educación estatal, simplemente, ha desaparecido. Y no se trata de un lujo o de mandar a los hijos a una escuela de algún santo británico o francés, sino de al menos asegurarse cuestiones de educación, salubridad, higiene, y seguridad (sí, aunque no se crea, seguridad) de los hijos.
Lamentablemente, y duele decirlo, la escuela pública, la misma que hace 30 años concurrí, ya no existe. Ha quedado reducida a los pobres, a los que no pueden afrontar el gasto de la educación privada.
Es una verdad de perogrullo decir que gran parte de la responsabilidad recae en los sucesivos gobiernos que hemos soportado (y votado). Hoy se presenta, con más resignación que esperanza, la quinta reforma educativa en los últimos 20 años. ¿Se refiere al uso de nuevas tecnologías? ¿Esboza una política educacional aplicada a las nuevas profesiones? Nada de eso, se vuelve a poner en práctica lo anterior, desechando los cambios (pésimos) anteriores.
A los políticos nunca les interesa ni les interesará la educación, por más que hablen con voz entonada en cada discurso. Más allá del patético apotegma peronista "alpargatas sí, libros no", a nadie le interesa; simplemente porque los resultados de cualquier medida educativa se ven en el largo plazo, y ellos quieren ganar elecciones ahora. Entonces, medidas cortitas, efectivas, nada de esperar. Es triste, pero es cierto.
Los alumnos, a la deriva y sin respaldo, pero también forman parte del deterioro educativo. No son sujetos pasivos en este tema, en absoluto. ¿Quién fue el que estableció estúpidamente que una sanción disciplinaria, una amonestación, "irse a diciembre o a marzo", "una previa" es una política represiva? ¿Cuál es entonces la escala de valores aplicable para determinar quién es el estudioso y quién no? La vida los enfrentará a situaciones altamente competitivas, donde el conocimiento, la estrategia, la aplicación táctica, la interrelación social es puesta a prueba día a día. ¿Cómo se los prepara entonces para dicho desafío si los hacemos pasar por la secundaria con bajo nivel de exigencia y sin un esquema de premios y castigos? ¿Quién determinó que, más allá de la lógica participación democrática en algunos asuntos estudiantiles, un chico de 14 o 15 años puede formar parte del "gobierno escolar"?
Los maestros, otro sector altamente responsable. Más allá de sus razonables reclamos salariales (como lo tienen todos) ¿su foco sólo está puesto en ello? ¿No exigen capacitación laboral, no hacen cursos, no son evaluados, no entran por concurso? ¿Qué esperamos para considerar a la educación un servicio público (como un hospital, los militares o la policía) e impedir que hagan huelgas afectando el servcio básico de educación? Así como el salario de un policía o militar no puede ser reclamado mediante el ejercicio de una huelga (por ejemplo dejar a la sociedad sin seguridad), ¿por qué permitimos que la educación, otra necesidad básica, sea manejada al antojo de los gremios?.
Por último, aunque debiera ser en primer término, la sociedad. En algún momento se quebró la relación padres-maestros, y con ello la percepción del valor de la autoridad. En las clases altas o medio-altas, veo con espanto a madres maltratando a las maestras delante de sus hijos, dándole posiblemente más la razón a la psicóloga de la familia que a la docente. ¿Acaso esa madre o padre espera luego que su hijo acepte la educación que imparte ese docente?. En las clases pobres, si un chico de 13 o 14 años aparece en una manifestación rentada con un pañuelo tapando la cabeza y portando un palo enfrentando a la policía, ¿podemos acaso pretender que ese mismo chico respete la autoridad de su maestro? Si el chico mama violencia todo el tiempo, ¿podemos pretender que se comporte adecuadamente en su escuela?
La sociedad en general no prioriza la educación. Posiblemente el ejemplo más concreto es cuando cualquier jurisdicción intenta, a fin de recuperar los días de clases perdidos, extender el ciclo lectivo hasta fines de diciembre o recomenzarlo en la segunda quincena de febrero. "Ah, no! con las vacaciones no se metan" "Pero coincide con mis vacaciones!!" O reclama la unión de comerciantes de algún lugar de la costa hablando de cómo afecta el turismo dicha medida. ¿Y cómo afecta a la educación?
El tema es largo, pero tiene que ser tomado por todos (gobierno, oposición, padres, maestros, alumnos, sociedad) para empezar de una vez, con los sacrificios que sea necesario realizar y a la espera del largo plazo para los logros.
Mientras tanto, queridos chicos de entre 10 y 18 años, les comunico que en sus chapitas les salió "sigan participando"
Abrazos Varios
El reino del revés:
ResponderEliminarmientras con los problemas del fútbol este gobierno nos ENSEÑÓ cómo solucionar un tema rápida y eficazmente, con la educación PATEAN LA PELOTA AL CORNER.
Gracias por pasarte!
ResponderEliminarCompleto lo tuyo diciendo que la sociedad, quedamos offside.