Lo comenté brevemente en una entrada anterior pero con sus últimas apariciones mediáticas, lo confirmó: Carrió posee una egolatría tan, pero tan elevada, que muchas veces se vuelve funcional al kirchnerismo.
Nadie duda a esta altura de la honestidad e inteligencia de esta dirigente. Pero juega en contra de ella, precisamente, lo que la sociedad hoy deplora del matrimonio K: su intolerancia, su "no escuchar", su opinión como verdad única y revelada, su calificación de "enemigo o traidor" al que no piensa como ella, su falta de debate interno en su partido. Cuando saca lo peor de ella, entonces genera rispideces en sus alianzas, la fuga de sus aliados, la generación de extraños acuerdos que dividen a la oposición y logra, como único resultado, que el peronismo subsista.
Posiblemente lo único que admire del peronismo sea su ambición permanente de poder, algo que no se ve reflejado en los otros partidos. Muchos asumen su compromiso republicano, pero otros sólo quieren dejar su sello testimonial histórico, pero no asumir el poder. Creo que Carrió está en todo su derecho de elegir esta segunda opción, pero lo que hace imperdonable su conducta es que con su actitud, favorece la atomización de los partidos o alianzas opositoras, y fortalece al hoy casi moribundo kirchnerismo.
Su afán de diva, su casi insoportable vedettismo, como si la política fuera una cuestión de cartel y no de debate interno, de discusión, de búsquedas de consenso y de alianzas programáticas o coincidencias políticas, no sólo debilita a Lilita y la pone dentro de la categoría de políticos que la sociedad expresa su hartazgo.
Salvo Reutemann (a quien sólo alguna fantasía erótica de Carrió lo puede acercar, porque sino no se explica ese raro cariño que le tiene), Carrió se sube a un púlpito (que dicho sea de paso, nadie le otorgó) y juzga, prejuzga y condena a quien se le da la gana.
A Cobos, por su doble rol de vicepresidente y opositor, pero ni siquiera menciona como factor destacable su defensa del rol institucional y de la Constitución y que representa un ariete en la concentración de poder de los K. Es decir, hay cosas que la acercan más a Cleto que las que separa, pero curiosamente, por ese afán de vedette, como encabeza las encuestas no sólo hay que criticarlo y dañarlo, sino también dañar al partido aliado (UCR) aun defendiendo a la presidenta por decidir no viajar a China. Incongruente y peligrosa actitud la de Lilita.
A Binner, lider socialista y también aliado de su partido, por mantener una actitud ambigua en su relación con el Gobierno Nacional (yo también lo critico al rosarino por esa bipolaridad). Pero es su aliado, y ciertos debates no deben darse con Bonelli en TN, sino en las reuniones internas de los aliados opositores, y mostrar una fortaleza y cohesión programática que haga a la sociedad confiar en que la oposición garantizará los desbordes autoritarios del peronismo.
Del seno de su propio partido también se fueron figuras prestigiosas: Ocaña, Cabanchik, Stolbizer y muchos más, y en todas sus partidas, sus argumentos fueron del mismo tenor: la falta de debate interno, la no tolerancia a las disidencias.
Por último, sus ataques de divismo la hacen presidenciable o nada; y eso en una alianza de partidos es intolerable, porque se debe ceder y a veces ganar. Posiblemente la sociedad, en internas partidarias, no la eleve como candidata presidencial (y sí a Cobos, a Binner, o a quien surja) y la considere mejor como candidata, por ejemplo, a Jefa de Gobierno de la Ciudad de Bs As, lo cual hasta incluso la favorecería para mostrar gestión ejecutiva de gobierno, de lo que hasta ahora carece. Pero su ego es más fuerte.
Quienes somos férreos opositores a este gobierno, tenemos que ser muy cuidadosos. La sociedad está harta de la intolerancia, de la violencia verbal, del autoritarismo, de la falta de consenso.
No inventemos un Nestor con polleras, y más gordito.
Abrazos Varios
Nadie duda a esta altura de la honestidad e inteligencia de esta dirigente. Pero juega en contra de ella, precisamente, lo que la sociedad hoy deplora del matrimonio K: su intolerancia, su "no escuchar", su opinión como verdad única y revelada, su calificación de "enemigo o traidor" al que no piensa como ella, su falta de debate interno en su partido. Cuando saca lo peor de ella, entonces genera rispideces en sus alianzas, la fuga de sus aliados, la generación de extraños acuerdos que dividen a la oposición y logra, como único resultado, que el peronismo subsista.
Posiblemente lo único que admire del peronismo sea su ambición permanente de poder, algo que no se ve reflejado en los otros partidos. Muchos asumen su compromiso republicano, pero otros sólo quieren dejar su sello testimonial histórico, pero no asumir el poder. Creo que Carrió está en todo su derecho de elegir esta segunda opción, pero lo que hace imperdonable su conducta es que con su actitud, favorece la atomización de los partidos o alianzas opositoras, y fortalece al hoy casi moribundo kirchnerismo.
Su afán de diva, su casi insoportable vedettismo, como si la política fuera una cuestión de cartel y no de debate interno, de discusión, de búsquedas de consenso y de alianzas programáticas o coincidencias políticas, no sólo debilita a Lilita y la pone dentro de la categoría de políticos que la sociedad expresa su hartazgo.
Salvo Reutemann (a quien sólo alguna fantasía erótica de Carrió lo puede acercar, porque sino no se explica ese raro cariño que le tiene), Carrió se sube a un púlpito (que dicho sea de paso, nadie le otorgó) y juzga, prejuzga y condena a quien se le da la gana.
A Cobos, por su doble rol de vicepresidente y opositor, pero ni siquiera menciona como factor destacable su defensa del rol institucional y de la Constitución y que representa un ariete en la concentración de poder de los K. Es decir, hay cosas que la acercan más a Cleto que las que separa, pero curiosamente, por ese afán de vedette, como encabeza las encuestas no sólo hay que criticarlo y dañarlo, sino también dañar al partido aliado (UCR) aun defendiendo a la presidenta por decidir no viajar a China. Incongruente y peligrosa actitud la de Lilita.
A Binner, lider socialista y también aliado de su partido, por mantener una actitud ambigua en su relación con el Gobierno Nacional (yo también lo critico al rosarino por esa bipolaridad). Pero es su aliado, y ciertos debates no deben darse con Bonelli en TN, sino en las reuniones internas de los aliados opositores, y mostrar una fortaleza y cohesión programática que haga a la sociedad confiar en que la oposición garantizará los desbordes autoritarios del peronismo.
Del seno de su propio partido también se fueron figuras prestigiosas: Ocaña, Cabanchik, Stolbizer y muchos más, y en todas sus partidas, sus argumentos fueron del mismo tenor: la falta de debate interno, la no tolerancia a las disidencias.
Por último, sus ataques de divismo la hacen presidenciable o nada; y eso en una alianza de partidos es intolerable, porque se debe ceder y a veces ganar. Posiblemente la sociedad, en internas partidarias, no la eleve como candidata presidencial (y sí a Cobos, a Binner, o a quien surja) y la considere mejor como candidata, por ejemplo, a Jefa de Gobierno de la Ciudad de Bs As, lo cual hasta incluso la favorecería para mostrar gestión ejecutiva de gobierno, de lo que hasta ahora carece. Pero su ego es más fuerte.
Quienes somos férreos opositores a este gobierno, tenemos que ser muy cuidadosos. La sociedad está harta de la intolerancia, de la violencia verbal, del autoritarismo, de la falta de consenso.
No inventemos un Nestor con polleras, y más gordito.
Abrazos Varios
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Debatamos